Sábado, 24 de diciembre de 2044.
Querido diario:
Hubo un tiempo en que la gente celebraba la navidad, de eso hace ya casi 30 años, pero parece que fue ayer. La esperaban con ilusión, los turrones, los villancicos, los belenes, las doce uvas y la llegada de los reyes magos. Todo eso acabó, como digo hace ya más de 30 años, justo en el momento en que el gobierno decidió ponerle fin, debido a, qué se yo, la enorme crisis que azotaba el país. Este fue el recorte final del gobierno para concienciar a la gente en la necesidad de austeridad, las Pascuas fueron prohibidas por decreto ley, no volvieron a brindar con champán porque tampoco había nada que celebrar y olvidaron el sonido de las panderetas.
Conecté mi webcam decidido a compartir con ellos una noche mágica. Mis nietos me preguntaban, una vez más, que como era la navidad hace tantos años, que les explique que era “El Gordo” que tanta expectación causaba y esos señores en camello, que dejaban regalos a los niños que se portaban bien y carbón a los que no eran tan buenos. Les cuento unas anécdotas fantásticas, las mismas que me contaban mis padres y abuelos, pero que tuve la suerte de vivir en primera persona, todos fuimos niños alguna vez y hay cosas que nunca cambiarán.
Yo sigo adornando mi casa con el árbol de navidad y las figuritas del belén, las mismas de hace 30 años, la estancia huele a pavo y de fondo un villancico invade mi hogar de espíritu navideño, durante todo este tiempo he intentado mantener viva la ilusión de las fiestas, en la distancia y gracias a la tecnología, encendemos nuestros ordenadores y conseguimos que Berlín, Caracas, Tokio y Almería sean una misma ciudad, sean una familia, sean un único hogar.
Sentado en mi sillón, oyendo el crepitar de la chimenea, veía como mis nietos jugaban con la mula y el buey, mientras tocaban la pandereta y gritaban ¡feliz navidad!
Hace unos minutos miraba la televisión y aparecía el tradicional discurso del rey, en él nos emplazaba a continuar trabajando por el bien común, con esperanza, aliento e ilusión. Ya no me importa que estemos en crisis, ni que la prima de riesgo haya alcanzado máximos históricos, sólo me hace feliz verlos a ellos, felices, reunidos como cada año frente a las pantallas de ordenador, pero con la ilusión de siempre.
Hasta mañana querido diario.
Los años pasan y la vida continúa y sólo de nosotros depende que esto sea solamente una entrada en un diario de ficción.